DESDE UN MATRAZ ERLENMEYER / PALABRAS QUE SON EXPERIMENTOS / ERRORES
BIEN HECHOS / EVAPORACIÓN DESCONTROLADA / MEZCLAS ATÓMICAS O NUBES /
BIENVENIDOS AL LABORATORIO DE ESCRITURA CREATIVA.


24 junio 2009

Tan solos.

Amor, Revolución. No podría pensar al amor como otra cosa que revolución. Ese acto subversivo de la naturaleza humana, donde la superposición y el traspaso nos llevan a otro cuerpo, a otro corazón. Un acto donde se inventa un idioma, donde mueren los significados conocidos, y nace un lenguaje paralelo, incomprensible para los que no aman. Ese acto que nos hace menos humanos, menos racionales y más algo, donde incorporamos el vos, o el tu, y matamos el “yo” por un segundo o dos para revivirlo de melancolía recordando al otro, dos pasos más lejos.
Esa revolución que es el amor y esas guerras que son el amar, sin fusiles y sin bombas, esa guerra muda, de miradas y de gestos, que nadie quiere ganar. Amamos porque estamos solos, amando pero solos, muriendo pero solos. Amamos para soñar un rato, para sumergirnos en una locura que dura lo que dura el amor, hasta que llega otro.
El amar nos satisface, el ser amado nos complementa, nos borra del absurdo mientras dura el amor. Después volvemos a la guerra de todos contra todos, donde buscamos ese enemigo ficticio en el cual morir, traspasar nuestra existencia unos segundos, superponer motivos y volar.
Se ama por segundos por horas o días, pero no a lo eterno. La costumbre no es amor. Los amantes no se acostumbran a amar, por eso, viven amando. Amamos porque la muerte y luego nada, pero antes todo. También porque nos gusta la sangre y el ruido de un corazón que no es el nuestro.
Amar y no ser amado no es una maldición, solo un hecho. Lo absurdo es un hecho, la muerte es un hecho. Cuando y antes de que todo este hecho, nadie sabe para qué, pero hecho, lo que nos queda por hacer es amar. El momento de hacer algo incomprensible es cualquier momento, al fin y al cabo nadie comprende.
Todo termina para volver a empezar cuando se levanta la persiana y entra el sol, cuando se toma el colectivo, cuando luego del sexo quedan las sabanas deshechas, justamente, para volver a hacer. Todo termina para volver a empezar cuando un beso en la mejilla despide a una persona para saludar a otra, mientras se dice en voz baja “nos volveremos a ver”.

Alan Ojeda

No hay comentarios:

Publicar un comentario