El miércoles estaba a punto de entrar cuando mire a mí alrededor y la vi. Estaba sentada en el piso, contra la pared. No se si esperaba algo, no se si esperaba a alguien, ni cuánto tiempo, ni por qué, pero estaba ahí, ocupando un espacio en la soledad de un piso sucio y transitado. Sin duda había mucha más gente en el pasillo, pero ella tenía su propio mundo, todo gravitaba en torno a su orbita. Descubrí que ella solo estaba por que estaba. Con un morral de tela verde entre sus piernas cruzadas, el pelo suelto, la mirada perdida, una pollera larga y una remera holgada. Ella esperaba la no respuesta(si eso es posible) del destino. Decidí, sin la menor duda, como debe hacerlo un hombre, mi condena. Me dije -
-Hola. Hoy apareciste, y por fin te recordé
Alan Ojeda
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Subo lo del miercoles pasado.
A mí me agrada decir que la mujer está por fuera de términos eclesiásticos como infierno y cielo. No es para reprochar lo escrito, yo mismo los uso como lugares comunes, pero es lo que me pasa por la cabeza cuando voy al tema en profundidad.
ResponderEliminarSu escencia es irrepetible y transgresora a mis ojos de varón, y que con su rebeldía particular, basada en decirnos a los chicos cosas que nos cuestan sacar, nos hace recordarlas una vez más cada vez que aparecen.
Y por suerte, cabe el viceversa en esto.