cansado, de cenar silencio noche tras noche; de haber aprendido de memoria todos tus movimientos, de haber hecho lo mismo con los míos; cansado de no tener nada nuevo para decir, para hacer, para ver.
cansado, de hacerte estremecer siempre en un mismo punto, como si todo el resto de tu piel se hubiera convertido en un retazo más de sábana; de no poder hacerte temblar de ninguna otra manera.
cansado, de tus ojos vacíos de mí, de verme en ellos igual que puedo verme en una cuchara; cansado de no verte sino en ayeres.
cansado, de que me recuerdes tu ausencia día a día en tu presencia inconsistente al otro lado de la cama, zurcada por un río que se abrió sin que nos diéramos cuenta, alimentado por lo que perdemos de alegría en la lluvia, por lo que goteamos vacíos de nosotros mismos.
cansado, sí, cansado de amarte de cualquier manera, y de que vos no me ames lo suficiente como para dejarme. cansado de intentar volver a lo que ya no existe, tan cansado de esta vida que un día elegimos y nunca más nos preguntamos por ella, que me voy de este cuerpo: si alguna vez volvés a buscarme, no me encontrarás, porque yo, el yo que yo era, hoy se suicida.
Sol.
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