DESDE UN MATRAZ ERLENMEYER / PALABRAS QUE SON EXPERIMENTOS / ERRORES
BIEN HECHOS / EVAPORACIÓN DESCONTROLADA / MEZCLAS ATÓMICAS O NUBES /
BIENVENIDOS AL LABORATORIO DE ESCRITURA CREATIVA.


18 agosto 2009

07 agosto 2009


El miércoles estaba a punto de llegar cuando una esquina me detuvo. Recuerdos, malditos pero hermosos. Duelen, pero solo por ser recordados.
Yo ya no soy la misma, esa que no creía en un mañana o en un nosotros. La que te hacía esperar incontables minutos ya no está. El aire tampoco es el mismo, ahora nos obliga a bufandas y soledades. Antes, el calor aceleraba corazones, agitaba la respiración. Antes el sol presenciaba caricias, besos, sonrisas.
Parece que fuera ayer, casi puedo tocarte, sentir esos abrazos que me dejaban sin aliento. Tu música, todavía suenan en mis oídos, aunque ya no me pertenezca. El vos que tanto anhelo cambió, ya no sonríe, no besa, no abraza, ya no espera...

Melanie Timpanaro

03 agosto 2009

Texto con 3 palabras

Diana caminaba por la playa, hundiendo las botas en el barro. A cada paso que daba su pie se hundía deslizándose hacia delante, en la arena oscura y terrosa que antecede a las dunas. La noche anterior había llovido, las gotas repiquetearon en la ventana hasta que se durmió.


Hoy estaba nublado, el cielo encapotado cubre el mar: la radio dijo que a la tarde hay tormenta. Hoy no fui a clase. Cuando me desperté y fui a la cocina, mamá hablaba por teléfono. La pava hervía en el fuego, y me acarició sonriendo mientras cortaba. Había llorado. Siempre intenta disimular cuando llora porque no quiere que me ponga mal. Yo me hago la que no me doy cuenta, para que mamá no se ponga peor. Esta vez no. La acerco hacia sí y la abrazó. Ahí le dijo que no fuera al colegio, ¿por qué?, no, no importa.


Salí a caminar y como todavía no empezaron las vacaciones no viene nadie. Fui para la playa, bordeando el bosque, pisando palitos caídos, escuchando cómo se quebraban bajo sus pies. Las dunas se veían antes de cruzar la avenida. El viento soplaba desde el mar, atravesando las piedras, por eso hace tanto frío.


A veces le gustaba desarmar las oraciones diciendo que el mar soplaba desde el viento, atravesando el frío por eso hacía tantas piedras. Santiago le decía que no, que no tenía sentido que hiciera piedras, que hacía frío; que las piedras estaban y listo. ¿Y quién hizo las piedras? Qué se yo… En el campo jugaba con su primo a masticar quinotos, el que escupía antes perdía. Siempre ganaba Santiago.


Siguió caminando, despacio, resbalando. Sintió frío en los dedos, en la punta de la nariz, en el pecho. Un perro pasó trotando delante suyo. Lo siguió con la mirada hasta que lo perdió de vista.


Ignacio

02 agosto 2009

La busqueda de mi excusa

Está el árbol,
la casa presente,
el río también,
la gente va y viene
…el viento…
la flor se quiebra,
(…o no).

Y yo discurro
entre el árbol,
la casa presente,
el río,
la gente…
buscando una excusa
para no verte tanto.

Entonces
la noche llega,
se tiñe de plateado
el río,
el árbol…
…la gente…

Y yo sigo
sentado bajo tierra,
revolviendo gusanos
(tal vez también oraciones)
buscando motivos
para seguir intentando…

…dejarte ausente.
jairo fiorotto

José y su relación con el mundo

Un día en la vida de José no es como un día en la vida de cualquiera de nosotros,
aunque comience igual:

Sonó el despertador con el fastidioso y predecible chillido. Eran las 9 de la mañana y una sonrisa rebotadora se madrugó la cara de José.
- ¡Que lindo despertar con este ruidito! – a José le gustan mucho esas cosas clásicas, por mas molestas que sean-
Se vistió con su traje invisible –el que le tejió un sastre amigo con una tela especial- y salió a la calle, no a comprar, no a vender, salio a salir.
La maravilla de lo cotidiano lo maravilla, camina y se sorprende, pisa una baldosa y agradece a dios que haya estado ahí, sino quien sabe en que provincia China hubiese terminado; otra baldosa y lo mismo… los árboles le conversan, le recitan poesía, ¿Bolaño?... jamás lo sabré. Las hojas caen como haciéndole una reverencia respetuosa, y los gorriones a modo de hinchada de fútbol corean el clásico: “Jo-se, Jo-se, Jo-se” alentando con sus alitas marrones…
Tan lenta y rítmica es su caminata, acompasada y métrica, que parece una poesía calentita (calentada por el sol de las siestas de otoño); tan Tan que ni Fun ni Fan…
Y José camina, y lo siguen los animales, los colores y las temperaturas, no habla para no contaminar el aire, pero piensa, y piensa mucho, cada tanto agrade a dios no estar en China, y sigue pensando, cada otro tanto sonríe –aunque al ojo común le parezca sin causa- porque un gorrión de la hinchada le gritó algo gracioso… cruza la calle. Otra vereda otro mundo, esa es la vida para José.

Mucha gente muere angustiada, buscando algún tipo de felicidad metafísica, pensando que quizás este en alguna forma de cielo-azul-edén, y pensar que José se la tropieza a cada rato, en el ruidito que hacen las baldosas flojas cuando se las pisa es la reflexión mas hermosa y profunda de todas –al menos para mi, que lo puedo seguir en su caminata por el mundo-.

Abre la puerta de su casa,
va hasta la habitación,
mueve las agujas del reloj despertador hasta que...

Tiri-ti-ti Tiri-ti-ti...
el placer le vuelve a inundar el alma...
Un día en la vida de José es tan común que se vuelve extraño.
jairo fiorotto

La muerte

La flor
Nace
Crece
Se reproduce…
Muere.

La piedra.

El árbol
Nace,
Crece,
Se reproduce…
Muere.

El viento.

El ave
Nace,
Crece,
Se reproduce…
Muere.

El sol.

El Hombre
Nace,
Crece,
Se reproduce…
…y muere.

…sin misterios…

jairo fiorotto

01 agosto 2009

ME HIELO EN LA HABITACIÓN
Pienso en inventarme un habitáculo en el que pueda leer acostado en mi cama y con las manos calientes. Quiero leer como quiero leer: recostado, con la cabeza apoyada en la almohada, la luz que se proyecte desde detrás de la cabecera y quiero que –en invierno- las manos no se me congelen al sostener el libro.
-Guantes.
-Los que realmente abrigan la gélida piel son muy gruesos para poder pasar de página cómodamente.
-Entonces no leas, y ya.
-Pienso que podría ser del tamaño de mi cama. O mejor: para ahorrar dinero en materiales, podrías ajustarle a los laterales menores y mayores de la cama unas planchas de acrílico de más o menos dos metros de alto (así puedo pararme tranquilo) y le pondría un techo. Le inventaría un sistema de calefacción e iluminación, y lista mi pensión lectora. Sería un espacio pequeño en donde el calor se condensaría de manera perfecta. Mi habitación en mi casa de allá es muy grande; por eso. Es muy grande para mi solo. En ella entran tres camas matrimoniales además de la mía, y también tres roperos y tres sillones, y si acomodamos todo bien, tres televisores. Quedaría un poco de espacio para una heladera en un rincón: es más, entraría una mesa para almorzar y también un horno y una mesada. Tampoco habría inconveniente al colocar una pileta para lavar los platos.
-¿El baño?
-Mi habitación es tan grande que no puedo mantenerla limpia. Una vez al mes intento ordenar el sitio que yo ocupo, el resto de la habitación tiene la misma mugre de siempre. No me gustaría cambiar de sitio. Cuando me pierdo en él –en el sentido metafórico de “embelesarse y dejarse llevar”- (una vez sucedió el significado no metafórico y sí literal y encontré la salida aguzando mucho el oído y concentrándome en el sonido de la radio que había dejado prendida antes de embarcarme a buscar un pijama por la sección de los sillones. Doblé por una calleja formada por un sofá y tres armarios y me perdí totalmente) soy feliz, siento que a pesar del frío (al cual como habrán leído, le hallé solución) pude hacerme de un mundito muy grato donde vivir.
-Volví; fue fácil encontrarlo.
-¿Fuiste al real o al que todavía no inventé?
-Pregunté por el baño no para ir son para recordarte que no lo habías incluido en tu relato sobre todo lo que entraría en tu habitación. Ahora que caíste en la cuenta de tu falta, sinceramente necesito un baño.
-Cuando me distraigo es siempre porque comí demás. Siempre como demás, me apasiona la comida. Sobre todo la abundante, abundante comida del ejército. (En mi habitación entraría un ejército). Son muchos los muchachos, y el cocinero nunca termina de contarlos, y por eso no les cuesta nada alimentarme también. De soldado tengo un dado, nada más, pero finjo muy bien ser uno. Qué bueno que tomé ese curso de teatro hacer tantos años: si no supiera fingir ser soldado seguro me hubieran matado cruelmente como a una flor arrancada por una vieja envidiosa que la quiere en su florero. Sí, yo le miento al regimiento porque tengo mucha hambre siempre. De comida, claro, aunque ellos tienen hambre de muchas cosas más. Pobre el cocinero, que no puede acallar las otras hambres de los soldaditos y se enojan con él. El cocinero es un chico de unos treinta años, casado y abandonado por su perro. Su mujer no soporta la idea de no poder hacer un churrasquito y el cocinero sufre por la partida de su can. Me cae bien, sobre todo si no le agrega tanto queso rallado a las pastas.
-¿Ravioles?
-Cualquier pasta. Rellena o no, sin queso y gaseosa sin hielo. Sin servilletas de papel para no contaminar y sin pan para no engordar. Sin mantel porque me incomoda y sin mozo porque odio dar propina.
-Estas distraído
-Y tengo hambre.

Cerré el libro en esa página. No tenía número.


José.


























(ro)