El miércoles estaba a punto de llegar cuando vi a un gato con su señora. En la esquina, parados y abrigados, estaban el gato con su señora. Él vestía un chaleco de lana verde y un pelo blanco y gris. Ella, tendida a sus pies, iba de pantalones y con un sobretodo negro.
Estaban muy cerca de una puerta, parecían dudar si tocar el timbre o no. Más él que ella, que se rascaba la nariz sin cesar. Por unos pocos segundos sentí ganas de empujarlos y ver quién estaba del otro lado de la puerta. Pero el gato reaccionó y haciéndole una seña a la mujer, avanzó unos pocos pasos y presionó con su pata gris el timbre de la puerta de la casa de la esquina.
Rocío Miño
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