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21 mayo 2009

Ayer

Ayer, día martes 12 de Mayo, alrededor de las 16:00 hs durante una clase de sociología ocurrió un hecho que paso a describir.
La clase se movía en torno a la filosofía marxista y su incursión en la sociología, lo común, sin olvidar la crítica al capitalismo, el análisis técnico del mismo y diversos discursos inherentes a la materia o mejor dicho ideología política. La clase se seguía con un fervor y una coherencia poco conocida hasta la fecha. Los alumnos asentían con las caras y las respuestas. Sin más ni menos, entre la sangre del docente que hervía y daba calor al monólogo se abrió tímidamente la puerta y entro un señor pasado por los años, de aspecto frágil, andar inseguro y un gesto aniñado de perplejidad. La docente lo reconoció, y le permitió empezar el difícil discurso. Con dificultad irrepetible y tartamudeo grave dijo que era del borda, que vendía revistas para pintar, que es algo que cualquiera en la situación de él trataba de hacer. La profesora rodeada de algún tipo de incomodidad trataba de ayudar a la explicación, llena de pausas y trabas.
Mientras el señor se expresaba de la manera que Artaud lo hubiera querido, nosotros los jóvenes, las esponjas inmóviles, nos manteníamos callados, en estado de tensión, congoja, de dolor y pena, de incertidumbre y asombro.
La profesora propuso colaborar entre todos y comprarle unas revistitas, pero antes de eso, estoy muy seguro, ya todos, o al menos la mayoría, pensábamos comprarle, o mejor dicho, darle el dinero sin intención alguna. Por respeto aceptamos la revista, no le podíamos quitar dignidad, ni aun el más cruel podría haberlo hecho. Todos se pararon, llevaron la plata, se la dieron, él busco el cambio, a algunos se lo dio bien, a otros no. ¡Pero que importa!
Terminado el hecho nos sentamos, cada uno miro la nada, se miro a si mismo, se sintió ajeno y distinto. El aire turbio y tenso de la situación desapareció. Quedó un vació innombrable, las caras de tontos, las cuestiones, y por que no melancolía.



Agustín, prácticamente en frente mío, giró la cabeza, me miro de costado y dijo unas palabras como: Y después de esto qué poesía queda, ¿qué es la poesía?


Alan Ojeda

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